[NOMBRE Y FECHA DE NACIMIENTO]
Alberto Ávila
11 de Mayo de 1997
[CIUDAD]
Coatzacoalcos,
Veracruz - Xalapa, Veracruz.
[RESEÑA]
Mi
nombre es Jesús Alberto Pech Ávila, soy oriundo de la ciudad de las flores, fui
criado en la capital hidalguense y he podido sobrevivir entre letras, trova y
blues los últimos años en el lugar de la serpiente: la ciudad de Coatzacoalcos.
Actualmente me encuentro de nuevo por los callejones de la neblinosa Xalapa
estudiando la Licenciatura de Lengua y Literatura hispánicas, trovando en las
madrugadas antes de hacer las lecturas de mis clases. Es en este momento donde
me refugio en las creaciones nacidas de talleres de escritura, noches largas y
días perdidos que me dejó un año entero lejos de la facultad; hoy me satisface
compartirlas al igual que amigos y colegas en este archivo de escritores. Si
bien, esto no es literatura, el estudio de la misma y las experiencias
posteriores son lo que me ha llevado a escribir lo que usted, lector, ha tomado
la molestia de revisar.
[LINK'S]
Twitter: @avilablues https://twitter.com/avilablues?s=09
[POEMAS]
AMOR RALES
Quién quita, y te veo
O en tus ojos vea
Lo que te quito.
Pudiendo ser, tus dedos
Mis dedos y manos
Y así tocarte.
Sin rozarte, te mire
Desnudar un poco
Y un poco tocarte.
Sin desearlo, te goce
Al pensar así
Deseando menos.
Y cómo desearte
Si caminas y te pienso
Sensual y foribunda
Determinada en un verso
De deseo.
Y A PESAR DE HOY
Y a pesar de hoy
A pesar de todo
De
distancias
De aventuras
De
locuras
Quisiera
Que no seas mía
No ser tuyo
Sino ser nuestros.
AMANECER
Desperté creyendo que
Escribiría un verso
Pues anoche me nombraste
poeta
Y me siento mal ante el
papel
Blanco y etéreo
¿Pero acaso no es
La espera de la entrega
La que debería hallarse
En ti, creada poesía?
[ENSAYO]
“PERO YO, YA LE COGÍ EL GUSTITO A LA
ESPERA”
¿Sufre más
aquél que espera siempre, que aquél que nunca esperó a nadie? ¿Es preciso
detenerse a pensar si han valido la pena tantos días de desasosiego? o será,
quizá ¿mejor sentarse y aceptar el hoy? Estamos los que damos y los que
encontramos, están los que reciben y no preguntan. La dualidad se hace dispersa
cuando la convergencia es la espera, cuando uno no discierne entre ir y venir,
entre herir y ser lastimado. Entre esperar o ser esperado.
La
vista se nubla cuando el clima es el alma, el alma se ciega cuando el humo es
lo que vemos, y no lo que sentimos. En ocasiones uno se pregunta si ha amado lo
suficiente o si ha sido amado en suficiencia. Pero aún ¿se sabe lo que es amar?
Y es algo que no se sabe hasta que se ha ido, hasta que aquello que se
cuestionaba se marchó. Porque existió.
ACERCA DEL ENCUENTRO
“El motivo del viaje no es la despedida,
no es el
adios: es el encuentro.”
Iván Uriel Atanacio Medellín.
Yo soy todas
las mujeres de mi vida. Hoy escribo motivado por el vaivén de la pluma que guía
mi mano, pero también me motiva una de esas mujeres.
Hay viajes, procesos, travesías, cambios: no
importa el nombre, todo provoca algo que le sucederá. Muchas veces el hecho no
se realiza, la meta no se alcanza, y es por eso que dicen que lo importante es
el camino, “defender es la meta, no ganar” dice el trovador Ray Morteo, mucho
tiempo creí que esto era así, de hecho aún no puedo descartarlo por completo,
pero a los pocos días de haber iniciado clases en la licenciatura de Lengua y
Literatura Hispánicas, me vine a topar con una frase que me puso en paradoja un
par de meses; y es que decir que el
encuentro es el motivo del viaje suena fácil, muy fácil, pero ¿cuál es ese
maldito encuentro? Llegué a pensar que tras
las múltiples discusiones y bastantes opiniones negativas respecto a mi
decisión, mi encuentro era simplemente el hecho de haber llegado a la
Universidad Veracruzana a estudiar lo que tanto me había costado lograr, pronto
me di cuenta que no era así, alguien me lo hizo ver.
Como
ya dije, al poco tiempo de estar en la Facultad de Letras vine a toparme con
dicha frase, la cual, proviene de un libro titulado El Ítamo. Casi todas las personas que he conocido en la ciudad de
Xalapa saben de mi cercanía con el libro, pues la empatía que logré con el
mismo repercutió bastante en mi reflexión cotidiana. Llegué a trabajar el libro
en una de mis clases, fue complicado hacerlo, pues tuve que alejarme de todos
los puntos de convergencia con mi vida, que era lo que me había llevado a
escoger la obra como objeto a estudiar, de hecho, hasta pude presentar el libro
junto al autor y tener platicas privadas sobre los temas que aborda la novela.
Repito, el proceso no fue fácil, pero de que hubo un encuentro, lo hubo.
Cuando
me fui de Coatzacoalcos, la ciudad donde había estado viviendo cuatro años
después de haber fallecido mi madre, me sentí muy extraño: me iba pero estaba
regresando. Con acierto Iván Uriel dice que todos
regresamos al lugar de donde venimos, yo regresaba a la ciudad de las
flores (que apenas pudo tenerme unos días luego de haber nacido) y regresaría para
encontrarme con más cosas de las que esperaba. Al salir de Coatzacoalcos quise
decir adiós a una cotidianidad porteña, pero no me decidí jamás, sólo quise
despedirme de aquello que era inevitable, mis amigos, un par de familiares, mi
padre, una mujer…
Uno
de los párrafos de El Ítamo comienza
diciendo “Los amantes amamos amar”, creo que es de las partes que más me
pegaron. Es una especie diálogo entre Celerina y Gamo, los protagonistas, pero
estos, están distantes. Lo que dicen, son quizá sus pensamientos, así como los
que yo tuve estando lejos de esa mujer. “Quisiera
que dejaras de hacer tantas preguntas y me dejaras hablarte de mí cuando tú no
estás” le dice Celerina a Gamo, a mí. Porque de verdad, al leer
aquellas líneas creía escuchar los susurros de la mujer a la que yo identífico
como mi Celerina, la que me enseñó a
no preguntar, a sólo sentir. Entre ella y el libro de Atanacio Medellín fue
como llegué a ese encuentro que no sé si he terminado de comprender.
Fue en el
momento en que realizaba la lectura cuando más me hallé en duda sobre esa
palabra, el encuentro. Podría decirse
que ya me sentía estable en la Facultad, en mis días, mis nuevos hábitos, pero
como siempre pasa cuando estoy seguro de algo, ese seguridad cambia, se
termina. Y no voy a ahondar más en mi anécdota, pues me llevaría a un par de
cuartillas más, me basta mencionar que mi
Celerina, es la responsable de que me haya inmiscuido en esta duda. No me
quejo, al contrario, ella me ayudo a encontrarme
con el encuentro. Hoy sé gracias a ella cual pudo haber sido dicho
encuentro.
Por
eso no se me olvidarán las palabras de mi
Celerina cuando me enseñó a ahorrarme mi dialéctica al hablar con ella, a
recordar mi instinto Aristotélico de la emoción/deleite. Ya conocía lo que me
decía, lo leí del místico Osho: él dice que en el amor, hay mendigos que piden
porque no tienen, y hay emperadores que dan, porque lo que tienen lo pueden
entregar desinteresada e incondicionalmente. Así, cuando este mendigo que pedía
y preguntaba se halló con aquella emperatriz, se dio cuenta de lo que había
encontrado, se encontró con el amor. Me encontré con que hablar del amor te
pone en paradoja, con que es algo tan difuso y extremadamente subjetivo que no
puede teorizarse, que buscarle significado es como una blasfemia, pero que
existe. Que con sólo sentir lo que es sincero, el no preguntar lo que ya es un
hecho, es entonces, encontrarse con el amor.
[CUENTO]
XALAPA TAMBIÉN ES CRUEL
Y estabas
ahí, sonreíste.
Tuve tiempo para pensar sobre mí esa tarde. Pensé
con el mundo, no sin él.
Acerca de las ramas pensé cómo es que pueden ser
tan frágiles. Brotan a la
naturaleza sin saber qué es la soledad, pudiendo ser arrancadas por esto o por
ello; creo que son como los humanos. Llegamos a vivir y se nos forja la idea de
ser en sociedad, mas cuando uno lo requiere, nos damos cuenta de que las hojas
caen o se desprenden por sí solas. Uno aprende a ser más tallo que hoja, pero a
pesar de eso siempre está la tendencia a brotar. No se puede ignorar eso. Nunca
comprendes todo del todo.
Las
horas se acumularon, no sin ser adelantadas por los pensamientos y por la
indecisión: él tenía la guitarra, ellos no llegarían pronto y de ella… no sabía
nada, pero la esperaba. Por eso me quedaba. El hecho de ir con cualquiera
implicaba el miedo de que llegase y yo ya no estuviera ahí, las baladas
surrealistas de los guardias me distraían. Recordé cosas que no sabía, supe que
recordaba entonces: como la lluvia del día anterior; él no podía recibirme en
casa, ellos no respondían el teléfono, estaban siendo juntos seguramente. Me
había ido creyendo que mi soledad ayudaría y que las cosas saldrían bien.
Estar solo
está bien, pero solamente bajo la lluvia no. No es tan divertido cuando la
garganta enfría, tus pies se empapan y el abrigo no es cálido. Así es como se
vuelve imposible no darse cuenta; te hizo suspirar al llegar cuando traía sus
mejores ropas, pero Xalapa también es cruel. No todo lo bueno que recuerdas
está igual, no está todos los días. Se siente bien en el momento, no deja de
ser efímero.
Pero llegaría,
tenía que llegar, lo sabía. Ya había sabido de ella otra vez, en ese momento
tenía menos sentido la idea de irme; sin embargo, un par de horas comenzaban a
pesar al igual que el agotamiento. Me enfrenté a esta ciudad y persistí, porque
será cruel, pero vale la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario