[NOMBRE Y FECHA DE NACIMIENTO]
Alexys
Valenzuela
3 de Mayo 1995
3 de Mayo 1995
[CIUDAD]
Coatzacoalcos, Veracruz.
[RESEÑA]
Estudiante de ciencias de la comunicación, lectora,
cantante frustrada de jazz. 160 centímetros de maldad y ojeras. Soy borracha
pero buena muchacha. Me gusta suicidarme con cigarros y enamorándome de
imposibles. Soy más ojos que ganas de vivir, no tengo idea de lo que es el
talento, pero de vez en cuando me lo invento.
[LINK'S]
Facebook-Alexys Valenzuela
Twitter: @alyxvalenzuela
[POEMAS]
MANUAL BREVE
PARA UN SOLITARIO OCASIONAL
Estar solo también es bueno.
Fortalece las ausencias. Ayuda a saborear el silencio. Pasa que a estas horas
en que nadie viene, me pongo a practicar. Primero hay que seleccionar
cuidadosamente el recuerdo. Puede ser un recuerdo finito y delgado como un hilo
de cristal. Hay que tener cuidado al desenredarlo, porque puede quebrarse y
hacer un escándalo que te la debo. También puede ser un recuerdo de nebulosa:
espeso y vibrante. Estos recuerdos por lo general tienen forma de una gran nube
de consistente masa incorpórea y se pegan al cuerpo y se meten por los ojos.
Los hay también de incendio: estos recuerdos son los más peligrosos. Si no se
los trata cautelosamente terminan quemando todo, o peor aún: haciendo que le
escribas algún poema a un amante que creías olvidado. De cualquier manera
siempre es bellísima la manera en que el recuerdo arde vivamente entre las
llamas de la locura. Después de elegido el recuerdo, se debe proceder a
acariciarlo, a veces a cantarle un bolerito melodioso, o leerle aquel poema, o por
qué no: fumarse un cigarrillo en su honor. Hay quienes lo abrazan y lo arropan
y lo arrullan en sus brazos. Si el recuerdo se siente en confianza y amado, te
mira con sus enormes ojos grises que han visto pasar tu vida y asiente
sonriendo. Te besa en la sien y se va dejándote un sabor a café y vainilla.
Todo bien y bonito. Pero si el recuerdo se siente algo olvidado y censurado,
(porque es el de tu gato muerto hace dos meses, o el de los mensajes
insinuantes que le mandó tu vato a la tipa que más detestas, o el de la fiesta
en que tu mejor amiga se emborrachó y te dijo las cosas que nunca te había
reprochado, pero que te digo amigo lector, esas cosas pasan) tiende a arañarte
la cara, los brazos y el alma. Llega con su río enfurecido y asesino de lágrimas
calientes que ahogan la respiración. Se enrolla de tu corazón y lo estrangula
poquito y muy fuerte. En este caso, recomendamos que tome una cerveza muy fría
y ponga un disco de Jazz, que no sea de Billie Holiday porque, si no, la cosa
acabará en un suicidio o algo infinitamente peor, como llamadas telefónicas a
personas indeseables, o depresiones ridículas innecesarias. Le deseamos éxito
en el ejercicio de su incipiente soledad. No se olvide de practicar de vez en
cuando.
PESADILLA
Mi
alma tiene un par de colmillos. Afilados y relucientes. Cuando está enfadada o
confusa los muestra. Cuando está dormida, sus ronquidos rebotan contra los colmillos
y retumban dentro de mí. Cuando mi alma tiene hambre, se relame. Y su par de
colmillos castañetean. Mi alma tiene un par de colmillos blanquísimos como la
luz del túnel de la muerte, y de un largo muy inusual. Mi alma clava sus
colmillos en la duda, en la melancolía, en la ausencia; y deja dos pequeños y
perfectos orificios por donde me sale un humito azul, una música de acordeón y
un par de versos. Mi alma no siempre tuvo un par de colmillos. Una mañana
nublada y llena de soledad, sintió dos protuberancias incipientes en su boca.
Conforme mi alma fue creciendo entre las locuras que conforman la vida, su par
de colmillos también se hizo más grande. A veces mi alma con su par de
colmillos asusta a la gente. Sobre todo a los hombres. Sobre todo a los que me
quieren (o intentan hacerlo). Se planta orgullosa y los presume, mi alma se
viste de un rojo brillante y se pasea mostrando sus colmillos. No sabe lo que
hace, es una alma bella y salvaje; y como todo lo salvaje, ama la libertad. La
libertad de mi alma viene en forma de nubes, o de canciones, o de flores siendo
flores sonrientes. A veces se pone un poco inquieta porque quiere compañía,
pero su par de colmillos (de mi alma) están creciendo, y ya están invadiendo a
sus vecinos como el corazón o la conciencia. Me preocupa porque si le consigo
un amigo, éste podría no tener espacio para pasar a escuchar las historias que
mi alma con su par de colmillos tiene para contar, o para jugar a recordar
pasajes de libros hermosos de los que mi alma se alimenta; o para quedarse a
dormir, cuando ya es tarde para volver a casa…
…Hace
un par de noches que mi alma se encuentra insomne. Cuando le pregunto qué es lo
que le preocupa, se queda callada y mira mi cuerpo con ansiedad. Temo que mi
alma quiera desangrarme (mi alma y su par de colmillos). Que quiera atravesar
mi carne blanda y olorosa con sus dientes fríos y filosos y saboree entre sus
labios de alma el rojo de mi sangre, o que se salpique de ella todo lo que
traigo dentro, y todos sabemos cuan difícil de limpiar es la sangre. Así que me
vi obligado a ponerle un bozal a mi alma con colmillos. Sólo yo sé donde se
encuentra la llave y no planeo decírselo, porque puede hacerme algo, lo sé.
Esta mañana, me senté frente a ella y la miré largo rato a los ojos. Los ojos
de mi alma se volvieron profundos, llenos de eternidad. Vi la eternidad en sus
ojos y sentí nervios. Llevo varios días sin alimentar a mi alma con su par de
colmillos: no he leído, no he cantado, ni he besado. Está muy de malas, no
rompe su prisión porque está demasiado débil. Aprovecharé para leer un poco de
James Joyce para que no se desmaye, o alucine de más…
…Le
dejé la lectura de esta tarde y ni siquiera la ha olfateado. Creo que mi alma y
su par de colmillos están tristes, o decepcionados. Parece que todo esto ha
sido una exageración y psicosis mía. Le dejaré la llave del bozal para que
pueda salir a estirarse, y la luz encendida. Me siento mal por haber tenido
miedo de mi alma y su par de colmillos, si siempre he vivido así con ella. Me
voy a acostar y no me tapo con la sábana porque la noche es calurosa y se pega
a mi cuerpo. Me duermo fácilmente. En mi sueño, escucho a lo lejos un sonido de
llaves, una puerta siendo cerrada y el rechinido de algo que se arrastra por el
suelo, como uñas sobre un pizarrón. El ruido se acerca a mi. Quiero despertar,
pero no puedo. Lucho con desesperación, el ruido me nubla la mente. No puedo
abrir los ojos y siento un aliento tibio en el cuello; siento algo hundirse en
mi carne, algo que se alimenta de mí con ansiedad…
…Por
fin abro los ojos y es un alivio haber dejado ese sueño atrás. Me levanto para
enjuagarme la cara con agua fría y cuando me miro en el espejo del lavabo, noto
en mi cuello dos orificios, de los que emanan ya débilmente un par de hilillos
de reluciente sangre roja, y antes de morir, escucho la risa maniaca de mi alma
y su par de colmillos, que cierra la puerta del frente, para ir en busca de su
próxima víctima.
DECLARACIÓN FORMAL DE ODIO
Te
odio. Con ese odio agudo, cristalino y vibrante que me llena los pulmones.
Te
odio siempre con una ternura casi linda, casi suave.
Te
odio a veces; por las madrugadas que me saben a ti.
Te
odio en dosis pequeñas,
te
odio porque hay ráfagas de un amor incontenible,
ansias
sin medida de llenarte de abrazos
y
de enredar mis manos en tu cabello y de quedarme.
Si,
quedarme contigo, por ti, porque sí.
De
dormir y roncar sin pena,
de
sentir tu respiración suave contra mis pechos pequeños,
sentirte
vibrar contra mis muslos, en mi espalda.
Te
odio por tu maldita y hermosa ternura de amanecer.
Te
odio por el destello anaranjado que se escapa de tus ojos
cuando
te vienes adentro y no te preocupas porque yo termine.
Te
odio cuando me haces sentir que soy especial,
que
soy hermosa y sensual al mismo tiempo;
inteligente
y estúpida para el amor, contigo.
Seria,
pero caótica. Te odio por mí.
Por
el desastre que traigo conmigo a donde voy, que no me deja mentirte.
Que
me obliga a escribirte.
Te
odio porque te estoy empezando a querer sin quererlo.
Te
odio sin reservas. Te odio porque te espero al final del día.
Porque
te extraño si no se de ti.
Te
odio.
RETRATO
EN INFRARROJO
En
lo caedizo de la tarde,
me
veo venir de lejos,
de
lo profundo del atardecer.
Hago
sonar mis cascabeles,
lloro
por los desaparecidos
y
heme aquí.
Herida
pero feliz,
Al
vuelo de la libertad.
Heme
aquí; sola pero plena,
Con
las aves comiéndome los recuerdos.
En
lo mortífero de la nube,
esa
que corre veloz por mi espalda,
desdibujo
una cara, un pecho,
un
sexo vibrante y tibio
seduciendo
mis turbios anhelos.
Me
río para mis adentros,
y
algo frío se apodera del mismo cuerpo.
Lacerado,
ungido de besos.
Heme
aquí.
Descalza
sobre la hierba,
los
dientes apretados,
traviesa
la lengua,
que
se mete en mi garganta
y
me hace protestar.
Naranjas
podridas,
moscas
violentas.
Los
vivos que se me han ido,
y
que en la espesura de la muerte me esperan.
En
lo epicúreo de mi casi sensual existencia
se
asoman desesperadas las brujas tuertas
que
ejercen su hereje función,
a
través de mi guerra.
Heme
aquí; callada,
con
la mirada quieta
de
quien sabe que quiere volar
y
las turbulencias no la dejan.
En
lo amado de mi soledad
me
siento. Cada cosa,
cada
espejo que devuelve
la
reflexión del caos perfecto.
Heme
aquí; cristalina como el viento,
salvaje
de a poco,
dependiendo
del momento,
de
la hora. Del prolongado silencio.
Heme
aquí; sigilosa, sibilante.
Sin
cóncavo y sin convexo.
Trepando
por la escarpada colina
del
fracaso, y los miedos.
Heme
aquí:
Sin
mi negro sol.
Sin
dueño.
PETIRROJO
Cuando puedo callar, me caigo hacia adentro.
Se renueva el silencioso agujero negro
que habita indefinidamente
mi furia, mi quietud, mi tiempo.
Introspectivamente, ridículamente me exploro.
Se abre una jaula dorada
y canta un petirrojo,
Y yo callo.
Traviesa y serena,
las apariencias me abandonan
escalo un verso, lo abrazo, lo beso.
Me dejo golpear, lo dejo meterse
entre mis cabellos gruesos.
Un verso me come por dentro.
Me asesina, me exorciza.
Tu más remoto verso.
El árbol vencido cayó,
su estruendoso fuego me renueva,
la ceniza me posee, me domina.
Me destruye.
Tu verso. Vérsame los ojos
asustados, con desmesura abiertos.
Vérsame los labios ansiosos,
húmedos de tu llanto de quemado caballero.
Vérsame el abdomen, templo de tus manos:
llano infértil en que no florece el amor verdadero.
Vérsame los muslos, rocas firmes de tu acantilado
de tu fosa, de tu sepulcro blanco
Cuando puedo callar, me caigo hacia adentro.
Se renueva el silencioso agujero negro
que habita indefinidamente
mi furia, mi quietud, mi tiempo.
Introspectivamente, ridículamente me exploro.
Se abre una jaula dorada
y canta un petirrojo,
Y yo callo.
Traviesa y serena,
las apariencias me abandonan
escalo un verso, lo abrazo, lo beso.
Me dejo golpear, lo dejo meterse
entre mis cabellos gruesos.
Un verso me come por dentro.
Me asesina, me exorciza.
Tu más remoto verso.
El árbol vencido cayó,
su estruendoso fuego me renueva,
la ceniza me posee, me domina.
Me destruye.
Tu verso. Vérsame los ojos
asustados, con desmesura abiertos.
Vérsame los labios ansiosos,
húmedos de tu llanto de quemado caballero.
Vérsame el abdomen, templo de tus manos:
llano infértil en que no florece el amor verdadero.
Vérsame los muslos, rocas firmes de tu acantilado
de tu fosa, de tu sepulcro blanco
plagado de fragantes muertos.
El petirrojo me acecha.
Hace un par de minutos
que descansa.
Lo aplasté con la indiferencia
y después de que murió
lo metí muy feliz en su jaula.
Vérsame la muerte, el espeso e infinito silencio.
Vérsame el último verso, el más largo,
el resonante; el que se extiende por el Universo.
El petirrojo me acecha.
Hace un par de minutos
que descansa.
Lo aplasté con la indiferencia
y después de que murió
lo metí muy feliz en su jaula.
Vérsame la muerte, el espeso e infinito silencio.
Vérsame el último verso, el más largo,
el resonante; el que se extiende por el Universo.
RESURRECCIÓN DE MEDIO DÍA
La mitad de la tarde es un suspiro
interrumpido, quedo.
Es el abrupto golpe seco del medio día,
los sombreros sobre las cabezas
el hastío del trabajo.
La mitad de la tarde sonríe desganada.
No quiere ser la fresca y jovial mañana:
lo matutino le produce asco.
No quiere ser atardecer y noche con mosquitos.
No quiere de nuevo el benévolo silencio.
La mitad de la tarde es sudor.
El sudor es jugo de mandarinas.
Es el destello rojizo del rubor de sandía
en las mejillas de las señoritas inquietas
que liberan con picardía un botón del escote.
La mitad de la tarde es el cenit del microuniverso,
del salado rumor del océano,
lágrima en el ojo del golfo.
Es el corredor en el que madres incansables
tejen sus esperanzas y resignaciones
y ardores ahogados por la ternura
de la casta maternidad.
La mitad de la tarde
es la puta siempre ardiente,
siempre dispuesta;
Es los puercos, y los silbatos.
La mitad de la tarde
es un gajo de limón agrio,
un café sin azúcar,
un mordisco arrancado al cielo candente.
La mitad de la tarde
es el suplicio de las aves;
el ateneo de las traviesas nubes
y la siesta del viento y sus pequeñas brisas.
La mitad de la tarde
es mi resurrección,
en el centro de este vórtice
que se hace llamar puerto.
La mitad de la tarde es un suspiro
interrumpido, quedo.
Es el abrupto golpe seco del medio día,
los sombreros sobre las cabezas
el hastío del trabajo.
La mitad de la tarde sonríe desganada.
No quiere ser la fresca y jovial mañana:
lo matutino le produce asco.
No quiere ser atardecer y noche con mosquitos.
No quiere de nuevo el benévolo silencio.
La mitad de la tarde es sudor.
El sudor es jugo de mandarinas.
Es el destello rojizo del rubor de sandía
en las mejillas de las señoritas inquietas
que liberan con picardía un botón del escote.
La mitad de la tarde es el cenit del microuniverso,
del salado rumor del océano,
lágrima en el ojo del golfo.
Es el corredor en el que madres incansables
tejen sus esperanzas y resignaciones
y ardores ahogados por la ternura
de la casta maternidad.
La mitad de la tarde
es la puta siempre ardiente,
siempre dispuesta;
Es los puercos, y los silbatos.
La mitad de la tarde
es un gajo de limón agrio,
un café sin azúcar,
un mordisco arrancado al cielo candente.
La mitad de la tarde
es el suplicio de las aves;
el ateneo de las traviesas nubes
y la siesta del viento y sus pequeñas brisas.
La mitad de la tarde
es mi resurrección,
en el centro de este vórtice
que se hace llamar puerto.
VIOLENTO
Si pudiera retroceder el tiempo
a un momento pasado,
iría al instante en que dejaste este
moretón
violento, sensual y agitado
en mi seno izquierdo.
Dentro de mis flores húmedas
se esconden tus guerreros.
Listos para vencerme y lanzarme al
vacío.
A tu adrenalina desbordada.
Tu más vibrante piel,
tu más tenebroso y silente beso.
Tus rodillas que lastiman,
y tus dientes que se clavan
en mi vientre siniestro.
Tus manos inquietas
aprisionando mis cabellos.
Más y más adentro.
Más
fluido, más deseo.
Una explosión, y un repetido
forcejeo;
mis piernas alrededor de un largo e
inconcluso cuello.
Vacío resplandeciente, tibio, bello…
Un par de omoplatos partiendo el
firmamento
cubiertos de salados besos.
Carne desgarrada, grito que se pierde
sobre tus convulsivos dedos.
De la noche se cae un pedazo,
se cimbra la tierra, se mudan las
bestias
de sus madrigueras; se cae todo el
cielo.
Bajo las venas corren traviesas
las hormigas que me carcomen
el miedo, la paz interior,
el fugitivo incendio.
Sobre el espejo un par de ojos,
varios dientes, y una boca feliz.
Callada pero feliz.
No te necesito por el amor,
Te necesito para el amor.
De ese que se hace de a dos,
sobre la cama. Bajo el invierno
del mar muerto.
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